I.
ALÁ, «DEUS OTIOSUS» DE LOS
ÁRABES
Entre todos los
fundadores de religiones universales, Mahoma es el único cuya biografía
no es conocida en sus grandes líneas.
Ello no
significa que conozcamos también su biografía interior. Sin embargo, los datos
históricos de que disponemos acerca de su vida y sus experiencias
religiosas, que prepararon y decidieron su vocación profética, por una
parte, y, por otra, sobre la civilización árabe de su tiempo y las
estructuras sociopolíticas de La Meca son de un gran valor. No nos explican
ni la personalidad de Mahoma ni el éxito de su predicación, pero
nos permiten valorar mejor la creatividad del Profeta. Es importante
el hecho de que podamos contar, al menos
en
el caso de uno de los fundadores de religiones universales, con tan rica documentación
histórica, pues de ese modo se comprende mejor aún la fuerza de
un genio religioso. Dicho de otro modo: nos damos cuenta de hasta
qué punto puede un genio religioso utilizar las circunstancias
históricas para hacer que triunfe su mensaje. En resumen, para cambiar
radicalmente el curso de la historia.
Nacido en La Meca entre los años 567 y 572,
Mahoma pertenecía a la poderosa tribu de los Qurayshíes. Se quedó
huérfano a la edad de seis años y fue criado primero por su abuelo y luego por su tío materno, Abu
Tálib. A la edad de veinticinco años entró al servicio de una viuda muy rica, Khadija, e hizo
numerosos viajes caravaneros a Siria. Poco tiempo después, hacia el año 595,
se casó con su patrona, a pesar de la
diferencia de edad (Khadija tenía por entonces cuarenta años). El matrimonio fue feliz; Mahoma, que tomaría nueve mujeres después de la muerte de Khadija,
no tuvo ninguna otra esposa mientras ella vivió. Tuvieron siete hijos, tres que
murieron de corta edad y cuatro hijas
(la más joven, Fátima, se casaría con
AIí, primo de Mahoma). No es de ignorar la importancia que tuvo Khadija en la vida de Mahoma, pues fue ella
quien más le animó durante las pruebas a que se vio sometido por causa de su
vocación religiosa.
Se conoce mal y poco la
vida de Mahoma antes de las primeras revelaciones, que tuvieron
lugar hacia el año 610. Según la tradición, fueron precedidas de
largos períodos de «retiro espiritual» (tahannuht) en las cavernas y otros lugares solitarios,
práctica extraña al politeísmo árabe.
Es probable que Mahoma
se sintiera muy impresionado por las vigilias, las plegarias y las
meditaciones de ciertos monjes cristianos con los que pudo mantener contacto o de
los que oiría hablar durante sus viajes. Un primo de Khadija era
cristiano. Por otra parte, en las ciudades árabes eran conocidos ciertos ecos
de la predicación cristiana, ortodoxa o sectaria (nestoriana,
gnóstica), así como las ideas y prácticas de los hebreos. Pero en
La Meca había pocos cristianos, en su mayor parte de condición humilde
(probablemente esclavos abisinios) e insuficientemente instruidos.
En cuanto a los judíos, eran muy numerosos en Yathrib (la futura
Medina); más adelante (§ 262) veremos hasta qué
punto contaba el Profeta con su apoyo.
Sin embargo, en la
época de Mahoma, la religión de la Arabia central no parece haber experimentado
modificaciones a causa de los influjos judeocristianos. A pesar de
hallarse en decadencia, conservaba aún las estructuras del politeísmo
semita. El centro religioso era La Meca (Maklzah). El nombre se menciona
en el corpus tolemaico (siglo ii d.C.) como Makoraba, término derivado del
sabeo Makuraba,
«santuario».
Dicho de otro modo: La Meca fue en sus orígenes un centro
ceremonial a cuyo alrededor se fue levantando progresivamente la ciudad.
En el centro del terreno consagrado se alzaba el santuario de la
Ka'ba
(literalmente,
«cubo»), edificio a cielo abierto que contenía incrustada en uno de sus
ángulos la famosa piedra negra, a la que se atribuía un origen
celeste. La circunambulación de la piedra negra constituía ya en
época preislámica, igual que en nuestros días, el apogeo de la
peregrinación anual (el Hajj) a Arafat, lugar situado
a pocos kilómetros de La Meca. Se suponía que el Señor de 1a Ka'ba era Alá (literalmente,
«Dios»; e1 mismo teónimo utilizado por los judíos y los cristianos
árabes para designar a Dios). Pero Alá se había convertido desde hacía algún
tiempo en un deus otiosus; su culto se hallaba
reducido a 1a ofrenda de ciertas primicias (grano y ganado), que
le era presentada al mismo tiempo que a las diversas divinidades
locales.
Mucho
más importantes eran las tres diosas de la Arabia central: Manat
(«Destino»), AIIat (femenino de Alá) y AI'Uzza («La Poderosa»). Consideradas
«hijas de Alá», gozaban de tal popularidad que el mismo Mahoma, al
comienzo de su predicación, incurrió en el error, corregido más
tarde, de alabar su función de intermediarias ante Alá.
En resumen, la
religión preislámica muestra ciertos parecidos con la religiosidad popular de Palestina
durante el siglo VI a.C., tal como ésta se refleja, por ejemplo, en los documentos
de la colonia judeoaramea de
Elefantina, en el Alto Nilo, donde vemos cómo, junto a Yahvé-Yahu, son
venerados Bethel y Harambethel, la diosa Arat y un dios de la vegetación.
El servicio del santuario de La Meca estaba confiado a los miembros de las familias influyentes; los cargos, muy
bien retribuidos, se transmitían de padres a hijos, y no parece que existiera un cuerpo sacerdotal propiamente
dicho. El término árabe káhin,
si bien
está emparentado con el kóhén que entre los hebreos
designaba al «sacerdote», denota al «vidente», al «adivino» que, poseído por un djínn, era capaz de predecir
el futuro y encontrar los objetos perdidos o los
camellos extraviados.
Entre los contemporáneos de Mahoma, los únicos monoteístas eran
algunos poetas y visionarios conocidos bajo el nombre de hanif algunos de ellos
habían experimentado influencias cristianas, pero la escatología,
tan característica
del cristianismo (y más tarde del islam) les era extraña, como parece que lo
era también para los árabes en general.
La misión profética de
Mahoma se inicia como consecuencia de diversas experiencias
extáticas que constituyen de algún modo la plenitud de la
revelación. En la sura S3,i-i8 evoca la primera de
ellas:
«El que posee la
fuerza se presentó en majestad, mientras se hallaba en el horizonte supremo (o elevado); luego se
acercó y permaneció suspendido. Estaba a
una distancia de dos tiros de arco o menos aún
y reveló a su siervo lo que le reveló» (S-8).
Mahoma lo vio por
segunda vez junto a un azufaifo: «Vio los más grandes signos de su Señor» (13-18). En la sura 81,22-23 vuelve Mahoma sobre
esta visión:
«Vuestro compañero no es un poseso. Lo ha visto en el horizonte luminoso».
Son visiones que
precedieron a las revelaciones auditivas, las únicas que el Corán
considera de origen divino. Las primeras experiencias místicas que
decidieron su carrera profética están recogidas en las tradiciones
transmitidas por Ibn Ishak (m. en 768). Mientras dormía Mahoma en la
gruta en que practicaba su retiro anual, el ángel Gabriel llegó
hasta él, con un libro en 1a mano, y le ordenó: «¡Recita!». Mahoma se
negaba a recitar, y el Ángel le apretó el libro «sobre la boca y sobre
las narices», hasta el punto de que casi le ahoga. Cuando le repitió el Ángel
por cuarta vez: «¡Recita!», le preguntó Mahoma: «¿Qué debo recitar?». Entonces le respondió e1
Ángel: «Recita (es decir,
predica) en nombre de tu Señor que creó. Que creó al hombre de un grumo de sangre. Predica, pues
tu Señor es el más generoso, que instruyó
al hombre por medio de la pluma y le enseñó lo
que ignoraba» (96,1-5). Mahoma se puso a
recitar y el Ángel se alejó de él. <Me desperté y era como si hubiera
escrito yo algo en mi corazón,> Mahoma abandonó la
caverna y, apenas llegado a la mitad de la montaña, escuchó una voz celeste que
le decía: «¡Oh Mahoma, tú eres el apóstol de Ala y yo soy Gabriel. Yo alcé la
cabeza al
cielo para mirar, y allí estaba Gabriel, bajo la forma de un hombre sentado, en e1
horizonte, con las piernas cruzadas». El Ángel le repitió las mismas
palabras mientras Mahoma lo contemplaba, sin poder avanzar ni
retroceder. «No podía fijar la vista en una región del cielo sin verle.»
Parece segura la
autenticidad de estas experiencias. La resistencia inicial de Mahoma recuerda la
de los chamanes y los numerosos místicos y profetas a aceptar su vocación. Es probable que el Corán no mencione la
visión onírica en la caverna para evitar la acusación de que el Profeta estaba
poseído por un djinn, pero
otras alusiones del Corán confirman la veracidad de la inspiración. El “dictado” iba frecuentemente acompañado
de sacudidas violentas, subidas de fiebre o escalofríos.
II. Mahoma, <APÓSTOL DE DIOS>
Durante
tres años aproximadamente, los primeros mensajes divinos fueron comunicados
únicamente a Khadija y a algunos amigos íntimos (su primo Ah, su hijo adoptivo
Zaíd y los dos futuros califas, Otmán y Abú Bahr). Algún tiempo después se
interrumpieron las revelaciones del Ángel y Mahoma atravesó un período de angustia
y desaliento. Pero un nuevo mensaje divino le devolvió la confianza: «Tu Señor no te ha abandonado ni
te odia ... Tu Señor te otorgará muy pronto sus dones y quedarás satisfecho»
(93,3-5).
A
raíz de una visión del año Gil, en que se le ordenó hacer públicas
sus revelaciones, Mahoma inicia su apostolado. Desde el primer
momento insiste en el poder y la misericordia de Dios, que formó
al hombre «de un grumo de sangre» (96,1; véanse
80, 17-22; 87, 1), que le mostró el Corán y le enseñó a expresarse » (55,1-4),
que creó el cielo, las montañas, la tierra, el camello (88,17-20). Evoca la bondad del Señor, refiriéndose incluso a su propia
vida: « ¿Acaso no te encontró huérfano
y te procuró un refugio? (93,3-8). Opone
10 efímero de toda existencia a la perennidad (eternidad)
del Creador: «Todo cuanto hay sobre la tierra
desaparecerá. La faz de tu Señor subsiste, pleno
de majestad y magnificencia» (55,26-27). .Sin
embargo, sorprende que en sus primeras proclamaciones
no mencione Mahoma la unidad de Dios, con una sola
excepción: «No pongáis ninguna otra divinidad
al lado de Dios» (51,51), pero se trata probablemente de una interpolación
tardía.
Otro tema de la
predicación es la inminencia del juicio y de la resurrección de los
muertos. «Cuando se haga sonar la trompeta, ese Día será un Día terrible, un Día difícil
para los incrédulos» (74,8-10). Hay otras referencias y alusiones en las suras
más antiguas, pero la más completa aparece al comienzo de otra sura más tardía:
«Cuando el cielo se desgarre ... Cuando la tierra sea nivelada y
arroje su contenido (= los cuerpos de
los que murieron; véase 99,2) y se vacíe ... entonces, tú, hombre que te
vuelves hacia tu Señor, tú lo encontrarás.
El que reciba su libro con la mano derecha será juzgado con mansedumbre ...
En cuanto al que reciba su libro detrás de
su espalda, atraerá la aniquilación
y caerá en una hoguera» (84,1-12). En numerosos suras
dictados más tarde desarrolla Mahoma unas descripciones
apocalípticas: las montañas serán movidas de su sitio y, fundidas todas a la
vez, se convertirán en cenizas y polvo; estallará la bóveda celeste, se
apagarán y se desplomarán la luna y las estrellas. El Profeta habla
también de un incendio cósmico en que serán lanzados sobre
los hombres chorros de bronce fundido (55, 35).
Al
segundo toque de la trompeta resucitarán los muertos y saldrán
de sus tumbas. La resurrección se producirá en un abrir y cerrar
de ojos. Detrás del cielo desmoronado aparecerá el trono de Dios
sostenido por ocho ángeles y rodeado de las huestes del cielo. Los hombres se
congregarán ante el trono, los buenos a 1a derecha, los incrédulos a la izquierda. Entonces comenzará el juicio, sobre la base de los datos consignados en el Libro de las Acciones
(de los hombres).
Los profetas del pasado serán convocados para que den testimonio
de que habían proclamado el monoteísmo y habían advertido
a sus contemporáneos. Los incrédulos serán condenados a las
torturas del infierno.
Sin embargo, Mahoma insiste más bien en
las bienaventuranzas que esperan a los fieles en el paraíso. Son ante
todo de orden material: frescas riberas, árboles que tienden sus ramas
cargadas de frutos, manjares de todas clases, jóvenes «bellos como
las perlas» que sirven una bebida deliciosa, huríes que son unas
vírgenes castas creadas especialmente por Alá (56,26-43), etc. Mahoma no habla de «almas» o «espíritus» que sufren
en el infierno o gozan en el paraíso.
La resurrección de los cuerpos viene a ser de hecho una nueva creación. Puesto que el intervalo entre la muerte y la resurrección constituye un estado de
inconsciencia, el resucitado tendrá
la impresión de que el juicio tiene lugar inmediatamente después de la muerte.
Cuando proclamaba que
«No hay más Dios que Dios», Mahoma no trataba de crear una nueva religión.
Pretendía simplemente «despertar» a sus conciudadanos, convencerlos de
que debían veneración únicamente a Ala, puesto que ya lo reconocían
como creador del cielo y de la tierra, como el que otorga la
fecundidad (véase 2,9,6i-63); se acordaban de él con motivo de crisis y
graves peligros (29,65;
31,31; 17,69) y juraban «por
Dios en sus juramentos más solemnes» (35,42; 16,38). Ala era además
el Señor de la Ka'ba.
En
una de las más antiguas suras, Mahoma pide a los miembros de su
propia tribu, los qurayshíes, que «honren al Señor de esta casa;
él los ha alimentado; él los ha preservado del hambre; él los ha
librado del temor» (io6,3-4)
Sin
embargo, no tardó en manifestarse la oposición. Las causas y pretextos son
múltiples. Ibn Ishaq afirma que cuando el Profeta, por orden de Alá, proclamó la verdadera
religión (el islam, «sumisión»), sus conciudadanos no se le opusieron mientras
se abstuvo de hablar mal de sus dioses. La tradición narra que, después del versículo
Zo de la sura 53, a propósito de las tres diosas, AIIat, AII'Uzza y Manat,
seguían estos versículos: «Son diosas sublimes y su intercesión es ciertamente
deseable». Pero más tarde cayó Mahoma en la cuenta de que aquellas palabras le
habían sido inspiradas por Satán
, por lo que decidió sustituirlas por estas otras: «En verdad son tan sólo
unos nombres que vosotros y vuestros padres les habéis atribuido. Dios no les
ha otorgado poder alguno».
Este episodio resulta
ilustrativo por dos razones. En primer lugar, demuestra la sinceridad del
Profeta, pues reconoce que, si bien se limita a recitar las palabras que le son
dictadas por inspiración divina, ha sido engañado por Satán. En segundo lugar,
justifica la abrogación de dos versículos por la omnipotencia y la libertad absoluta
de Dios. En efecto, el Corán es el único libro sagrado que reconoce la
libertad de abrogar determinados pasajes de la revelación. Para la rica
oligarquía de los urayshíes, renunciar
al «paganismo» significaba la pérdida de sus privilegios. Y lo que es peor,
reconocer a Mahoma como verdadero apóstol de Dios implicaba también el
reconocimiento de su supremacía política. Para una gran parte de la población,
la objeción principal era la «insignificancia existencial» de Mahoma. «¿Qué
tiene de especial este Profeta? Se alimenta de manjares, circula por los
mercados. ¡Si al menos se hubiera hecho descender a su lado un ángel que, a su
lado, hubiera servido de aviso!» (25,7). Sus «revelaciones» eran objeto de
burla, consideradas como pura invención de Mahoma o como
inspiradas por los djinns. Especialmente
el anuncio del fin del mundo y de la resurrección
de los muertos inspiraba ironía y sarcasmos. Por otra parte, el
tiempo pasaba y la catástrofe escatológica se retrasaba para el futuro.(Mahoma
insistia en el inevitable fin del mundo).
También se le reprochaba la falta de milagros.
«No te creeremos mientras no hagas brotar para nosotros una
fuente de la tierra. O a menos que poseas un jardín de palmeras y de vides en
el que hagas brotar los arroyos en abundancia ...
O a menos que hagas venir a Dios
y a sus ángeles en tu ayuda ... O
a menos que te eleves en el cielo. Y a pesar de todo, no
creeremos en tu ascensión si no haces descender sobre
nosotros un Libro que podamos leer» (17,90-93).
BIBLIOGRAFIA: Extractado de HISTORIA DE LAS
CREENCIAS Y LAS IDEAS RELIGIOSAS Volumen III, Mircea Elieade, Editorial Paidos.
Pags. 94-102 y revisado con Biografías escritas inéditas de Mahoma, así como de
varias consultas al INTERNET. Marzo 2008-2010. Fco Martinez R.
Las fuentes más
importantes son el Corán (en árabe al-Qor°an, <la Predicación>) y las noticias orales transmitidas por la tradición (en
árabe al-Hadith,
<la conversación, el dicho>).
En los comienzos de su
predicación, Mahoma fue acusado varias veces de estar bajo la
inspiración de un djinn.
. Véase T. Andrae, Les origines de 17slam et le christianisme, págs. 41 y sigs. La tendencia
monoteísta de la religión árabe arcaica ha sido puesta de relieve hace tiempo por J.
Welhausen, Reste arabischen
Heidentums, págs.
215 y sigs.
Ibn Ishák, traducido
por Tor Andrae, Mohammed,
págs.
43-44. Véase otra